La bandera de Estados Unidos volvió a ondear en una Embajada en La Habana y ahora miles de visitantes extranjeros visitan la isla. Algunos incluso lo hicieron reservando sus estadías por sitios de internet como Airbnb.
Al mismo tiempo, la cantidad de cubanos que buscan emigrar a Estados Unidos aumentó e inundaron a varios países de Centroamérica, en lo que podría convertirse en el mayor éxodo desde la crisis de Mariel de 1980.
En el año que transcurrió desde que los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama anunciaron un acercamiento entre dos históricos enemigos de la Guerra Fría, Cuba se transformó. Un país que una vez parecía atrapado en el tiempo ahora se enfrenta un futuro incierto y profundos cambios.
"Objetivamente hubo un cambio muy grande", dijo a The Associated Press el politólogo Rafael Hernández, director de la revista Temas, una publicación de interés para intelectuales y académicos de la isla. "Estados Unidos cambió lo que hasta ahora era una política equivalente a la guerra por otros medios, a una donde el enfrentamiento y la diferencia se están conduciendo por la vía del diálogo".
Para los cubanos que tienen dinero, propiedades o conexiones, el optimismo es palpable, al igual que las expectativas de mayor prosperidad y nuevas libertades. En otros casos, como los ancianos o funcionarios que dedicaron sus vidas a la revolución, se observa un sentimiento de preocupación y se preguntan cuál será el rumbo que tomará la isla y su modelo económico, cuya reforma había comenzado Raúl Castro desde 2010, ahora que está más conectada al mundo exterior.
Los cubanos que tienen empresas se han visto motivados por la perspectiva de tener mejores relaciones con Estados Unidos. Hoteles, alojamientos, desayunos privados y restaurantes elegantes ahora están repletos, sin contar con los que se espera que se abran el próximo año.
Sin embargo, un efecto del que pocos hablan es la ruptura de los esquemas mentales que muchos cubanos describen como "un aire renovado", y el no sentirse más en un "país sitiado".
"Evidentemente, es un respiro saber que se van limando esas asperezas entre los pueblos y los gobiernos que puedan abrir camino en un futuro de fraternidad y ayuda mutua", aseguró a la AP Fernando Funes, un agricultor ecologista con una finca de ocho hectáreas y que, al calor de las reformas del gobierno de Castro, comenzó a tener un inusitado éxito abasteciendo de manera directa, sin intervención estatal, a paladares o restaurantes privados de primera línea de La Habana.
Funes se entusiasmó pensando en la tecnología y las oportunidades que el avanzado mercado estadounidense le puede traer a su sector: maquinaria, insumos, nuevos paneles solares y un intercambio más fluido con sus colegas del movimiento de ecologista del vecino país.
"Realmente se abre un nuevo espectro de oportunidades", dijo.
Muchos cubanos estiman que en este primer aniversario de los anuncios de deshielo se le dará un nuevo impulso a temas como las negociaciones para conectar ambos países con vuelos comerciales y correos directos. También esperan que se levante el embargo, o las sanciones económicas impuestas a la nación caribeña desde la década de los 60 para presionar un cambio en su modelo y, eventualmente, una visita del presidente Obama en el primer semestre del año entrante.
El acercamiento produjo, además, un efecto no deseado: en estos meses algunas personas en la isla comenzaron a temer que se podría derogar la Ley de Ajuste Cubano, una norma que otorga tratamiento preferencial migratorio a los isleños al otorgarles la residencia legal y beneficios.
Temerosos de perder la oportunidad, miles salieron por el Estrecho de la Florida para llegar por mar a Estados Unidos, pero otros comenzaron a transitar una ruta por Centroamérica que puede partir desde lugares tan distantes como Ecuador, hasta alcanzar la frontera norte de México. Se estima que este año unos 45.000 cubanos transitarán por esta vía, por lo que el 2015 podría ser testigo de la mayor salida de cubanos desde el éxodo de Mariel en 1980, cuando emigraron 125.000 personas.
La crisis estalló hace un mes cuando Nicaragua detuvo a miles de cubanos en la frontera con Costa Rica.
Ecuador, aliado de Cuba, decidió exigir visado para contener el tráfico de personas y una inusual protesta callejera se produjo el 27 de noviembre frente a la embajada de ese país en La Habana.
"La culpa de esto la tiene Raúl Castro, no es otro", dijo gritando abiertamente enojado Adriel Acosta, un ingeniero informático de 27 años a un costado de la sede diplomática. "Él fue que mando a poner mala la cosa".
El gobierno cubano acusó a Washington de querer llevarse a sus profesionales y fomentar la migración ilegal como una manera de politizar el tema, pese a que la mayoría salen por motivos económicos en busca de mejores condiciones de vida. En la última semana, La Habana también restringió los viajes de doctores para frenar la fuga de cerebros y apoyar los esfuerzos de Ecuador.
Pero otras vidas están cambiando en la dirección opuesta.
Después de que el gobernante Fidel Castro tomara el poder en 1959 y en el marco de una creciente hostilidad de Washington contra la isla, todos los aspectos de la sociedad cubana se impregnaron de un sentido de lucha contra Estados Unidos y de su modelo. En contrapartida, los críticos al gobierno fueron calificados de agentes norteamericanos y a la disidencia se las consideró un ataque al país.
La joven Elaine Díaz trató de mantenerse fiel a sus ideales de apoyo a la revolución y a su pasión por el periodismo luego de graduarse en 2008. Mientras se desempeñaba como docente en la Universidad, Díaz lanzó un blog donde publicaba investigaciones sobre casos de corrupción de funcionarios públicos y de malos manejos ambientales.
En 2014 aceptó una beca de la Universidad de Harvard que le vino como anillo al dedo en el camino de repensar su futuro pues no quería tener que optar entre permanecer estancada en Cuba haciendo lo mismo, o emigrar luego de haber recibido críticas desde el oficialismo como desde la oposición.
Cuando Castro y Obama anunciaron el relanzamiento de las relaciones "fue un alivio", dijo Díaz. "Yo como ciudadana podía no sentirme más en un entorno de plaza sitiada", expresó Díaz al describir cómo algunos cubanos se perciben desde hace décadas: dentro de una fortaleza que debe tener sus muros levantados para evitar que el enemigo del norte destruya sus logros.
"Podía empezar a soñar otras maneras de hacer periodismo que antes, quizás, no hubieran sido posibles precisamente por esta relación tensa entre los dos países, hubiera sido considerado (por el gobierno) un ataque", dijo Díaz, de 30 años, y quien en estos meses regresó a Cuba y arrancó un proyecto digital propio llamado Periodismo de Barrio, una revista mensual enfocada en las comunidades vulnerables.
Otros jóvenes como Díaz se están dando una oportunidad.
En un garaje de la casa de su abuela en las afueras de la Habana, Yans Ruiz, trabaja 10 horas al día e invirtió unos 10.000 dólares para restaurar un oxidado Dodge Kingsway rojo, de 63 años, que espera terminar para febrero y convertirlo en un brillante descapotable azul -su color original- con el que espera cobrar a los turistas hasta unos 30 dólares por hora por un paseo por el Malecón.
"Estamos bloqueados por los americanos y ahora con el cambio, de primera y pata (de pronto) la economía no puede estar al cien", dijo Ruiz, de 33 años, quien espera ilusionado que vengan "muchos" turistas. "Para mí lo más importante es poder tener trabajo... que el cambio sea para mejor".
Ninguno de los entrevistados por la AP se atrevió siquiera a soñar con una fecha para la normalización completa entre los dos países pero algunos de ellos, no obstante, temen que una relación más estrecha con Estados Unidos traiga algunos problemas a la isla en sus respectivos campos.
"Es bueno intercambiar culturalmente, tener perspectiva de comercio, ¿pero dónde está?", se preguntó el músico Raúl Torres, un trovador de 48 años, que vivió en Brasil y España antes de regresar a la isla e instalarse definitivamente en 2008.
Torres prefirió la cautela ante la posibilidad de que este acercamiento no sea solo una "estrategia" de los grupos de interés de Estados Unidos para lograr lo que por otras vías no pudieron hacer mediante la presión: destruir a la revolución y sus logros para la población.
"Yo sé lo que son las democracias enfermas y de mentira, he vivido eso...no quiero eso para Cuba. Como estamos somos felices...es muy fácil decir ese es un país con un régimen totalitario, pero quiten el bloqueo y vamos a ver a cómo tocamos (qué sucede)", dijo Torres.
El jefe del buró de La Habana de The Associated Press, Michael Weissenstein, contribuyó a este reportaje.
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